Diario imaginario de
un gerente imaginario
¡Querido
diario!
Hoy,
soy feliz, es admirable todo lo que he logrado…
Amparándome
en mi incompetencia he conseguido lo que parecía imposible, he conseguido que
“mis héroes” aquellas empresas a las que tanto admiro, es decir, aquéllas que
se reparten el pastel o, mejor dicho, lo que queda de éste, ya que “mis héroes” llevan mucho tiempo comiéndose a este país
que tanto quiero, y del que ya no queda mucho, apenas las migajas, puedan nuevamente reírse a carcajadas. Bien
me voy a explicar:
Desde
siempre ha existido la vejez, la invalidez, la enfermedad, etc…, es lamentable, pero es así. Pues bien, estas situaciones irrevocablemente
unidas al ser humano han sido siempre invisibles para los ojos de monarcas,
nobles y hasta hace poco para el capitalismo desbocado, así como para aquellas
empresas que lo representan y cuyo único fin era obtener dinero, no importaba
cómo, ni con qué, sólo importaban sus
beneficios…
¿Consecuencias? ¿A quién le importa?; ¿Que hacemos una burbuja inmobiliaria?
Bueno… ¿Y qué? Más beneficios. Y la historia sigue y sigue
hasta llegar a nuestros días y a este país maravilloso adornado con 6 millones
de parados con un futuro tan brillante que,
para no quedar deslumbrados, nuestros jóvenes tienen que abandonar buscando trabajo,
“lanzándose a la aventura a otros países” (según dice este gobierno).
Con
unos políticos tan altamente
cualificados que no dudan en subirse los sueldos al mismo tiempo que se lo
recortan al resto de los españolitos, y es que no nos engañemos “son todos unos
incompetentes” todos salvo, claro está,
esta clase privilegiada que se niega a sufrir las consecuencias de sus propios
errores, que para eso ya está el pueblo.
Vaya,
ya me pasa lo de siempre me voy por las ramas, volveré a centrarme…
¡Querido
diario!
He
conseguido que “mis héroes” es decir
esas mismas empresas que se forraron con el ladrillo y que ahora han puesto sus
ojos en la sanidad, la dependencia, la educación, etc… y que confabulados con ciertos políticos
(Dios los guarde) van a demostrar a este país de inútiles cómo cobrando el
doble al estado y pagando la mitad a sus trabajadores las arcas del estado
ahorrarán en gastos superfluos (no olvidemos que lo único no superfluo son los
beneficios de estas empresas)…
Nada
que me vuelvo a descentrar,… es que los admiro tanto... Volveré a centrarme…
¡Querido
diario!
Como
“mis héroes” ya no pueden sacar más dinero del ladrillo, a la única clase
intelectual que queda en este país y la
única que se merece un sueldo digno se les ha ocurrido que una buena forma de superar la crisis
es repartir entre estas empresas los servicios de sanidad, educación,
atención socio-sanitaria, etc… que
venían realizando (de forma tan incompetente) ayuntamientos y comunidades
autónomas.
¡SÍ! he dicho incompetentes , si no ¿cómo se
explica que cobrando al estado la mitad que estas empresas supongan un mayor
gasto para las arcas? ¡Es que hay que ser inútil!
Bueno,
pues algunas malas personas de este país
(sindicalistas, políticos con conciencia, y otros negociadores de mala fe)
obligaron a “mis héroes” (concretamente a las empresas a las que entregarían la
gestión de la dependencia) a que firmaran un compromiso inaceptable, y es
que (a cambio de entregarles un negocio ya en marcha y con beneficios
asegurados) deberían subrogar a l@s trabajadores/as que realizaban este
servicio, y no sólo eso, tuvieron que firmar algo todavía más humillante ¡que
debían respetar sus convenios laborales al menos durante la vigencia del
mismo! Es que no hay derecho.
¡Pues
bien! Yo, que soy el gerente de la empresa responsable de dar estos servicios
en mi ayuntamiento, he tenido que negociar la entrega de los
servicios de atención al dependiente. Y es aquí, en estas negociaciones, y gracias a mis
grandes dotes negociadoras y a mi carácter dialogante, donde he conseguido lo
imposible.
Como
es lógico la empresa que se hará cargo de este servicio, viene dispuesta a quedarse con todo lo bueno
que éste tiene, pero como es igualmente
lógico, no le gusta tener que aceptar ninguna de las condiciones que tuvieron
que firmar.
Tras
presentarles: un listado de dependientes/clientes, el número de horas que
tenían que prestar de asistencia, la relación del personal laboral al que tenían que subrogar (X
trabajadoras) y el convenio que tenían que respetar durante dos años, esta
empresa contestó que no estaba dispuesta a aceptar este convenio. Lo que
imagino que habrá dicho igualmente a otros ayuntamientos, pero claro, otros
ayuntamientos le habrán contestado que si quieren quedarse con el pastel que se
les está regalando, deben aceptar estas condiciones, y que si no las aceptan,
que el servicio se le dará a otra empresa dispuesta a aceptarlo.
Pero
no, ¿Cómo iba yo a pedir lo que era justo? ¿Cómo iba yo a dar la cara por mis
trabajadores? ¿Cómo iba yo a hacer que este tipo de empresa a la que tanto
admiro sucumbiera a esa demanda caprichosa (hecha por políticos y sindicalistas
mal-pensantes) que sólo piensan en defender unos puestos de trabajo y (lo que
es peor) un convenio que permite algo de dignidad en el trabajo.
¡No!
Lo que yo he hecho no se le ocurriría ni al mismísimo Salomón, he optado por la
solución más inteligente: he despedido a las
trabajadoras.
Esta
gestión tan brillante permitirá que esa empresa pueda heredar el negocio sin
tener que hacer nada, y las negociaciones que firmaron se las llevó el humo, de
esta forma las cosas serán como deben
ser: los ricos cada vez más ricos y a los pobres que les den.
Todo
esto sin ningún coste adicional, ya que un puñado de parados más en España no
se notan, y como a mí no me afecta, ya que para esas cosas yo no tengo conciencia, el dinero que tendrá que pagar el
ayuntamiento por estos despidos improcedentes que tan hábilmente me he sacado
de la manga, a mí no me afecta, pues como todos saben, aquí no se piden
responsabilidades y, si alguien lo hace,
ya miraremos para otro lado.
Bueno
querido diario, debo confesar un pecadillo…
Y
es que he aprovechado para echar disimuladamente a aquellas trabajadoras que se habían
percatado de sus derechos y tenían la desvergüenza de reclamarlos
judicialmente (ya que como todos saben
aunque digo de boquilla que estoy dispuesto a escuchar a mis trabajadores, la verdad
es que no les hago ni puto caso), y si
los de arriba no miran ni me molesto en disimularlo.
¡Querido
diario!
Ahora
tengo sueño, y como tengo la conciencia muy tranquila me voy a dormir, y lo
haré dulcemente, soñando con
mi nuevo plus, que con tanto esfuerzo y tan justamente he conseguido, el
mismo año que estoy recortando, de forma tan productiva, al resto de mis trabajadores.