Manifestación en Madrid el sábado 21 enero
a las 17:30 h. desde Atocha-Jacinto Benavente-Sol contra el CETA
seis razones para rechazar el CETA
Primero. El secretismo y la
ausencia de debate democrático en la negociación de este acuerdo ha sido la
norma. Hasta que la región de Valonia alzara la voz, el CETA ha pasado
desapercibido y la información hacia el gran público y sus representantes directos,
ya sea en el Parlamento Europeo o nacionales (pero no hacia las grandes
corporaciones), ha brillado por su ausencia. ¿Alguien duda de que para tener un
debate democrático sano y constructivo, necesitamos luz y transparencia?
Segundo. Este “TTIP canadiense” introduce un tribunal especial
que otorga derechos exclusivos a los inversores para demandar a países,
socavando nuestros sistemas judiciales en Europa y Canadá. Según varios expertos legales, incluyendo la Asociación
Alemana de Jueces, estos tribunales podrían ser incompatibles con las leyes de
la UE. Ante tal despropósito, hemos pedido que el Tribunal Europeo de Justicia
se pronuncie sobre la posible incompatibilidad, algo que ha impedido el voto
conjunto del Parlamento Europeo. ¿Desde
cuándo unos demócratas temen la justicia europea?
Tercero. El CETA no solo no crearía ni un solo empleo, sino que
los destruirá: se estima una pérdida de 200.000 empleos en toda Europa y más de
20.000 en Canadá. Seguiría el camino marcado por su predecesor, el TAFTA
(acuerdo de comercio entre EEUU, Canadá y México), cuya aplicación ha causado
la pérdida de un millón de empleos en EEUU. Si fuera poco, y tal como lo
denuncia el movimiento sindical canadiense y europeo, los derechos laborales de
sindicación y negociación colectiva no aparecen firmemente recogidos en ningún
capítulo del tratado. ¿A quién le sorprendería entonces que la Comisión de
Empleo del Parlamento Europeo votara hace poco en contra del CETA?
Cuarto. La UE ha negociado un tratado comercial con una
"lista negativa" para los servicios, algo que no había hecho nunca
antes. En pocas palabras, significa que a menos que los Gobiernos europeos
excluyeran específicamente algunos servicios, todos se abrirían automáticamente
a la competencia de proveedores extranjeros y sería muy difícil (y costoso)
para los gobiernos devolver a la gestión pública los servicios privatizados.
Después de la crisis del 2008, ¿quién en su sano juicio quiere más cláusulas de
liberalización?
Quinto. Al igual que el TTIP, el CETA es un obstáculo para la
lucha contra el cambio climático. Incentivar el transporte transatlántico, la
comercialización del petróleo más sucio, el fracking o las arenas bituminosas, frenar la
producción de energía limpia local, dar más poder a las multinacionales
energéticas y por ende aumentar de forma radical las emisiones de CO2, va
exactamente en sentido contrario al recién ratificado Acuerdo Climático de
París. ¿Alguien sigue pensando que puede haber comercio sin clima para
sostenerlo?
Sexto. Los Estados miembros y la Comisión Europea se disponen a
sacrificar el 90% de las indicaciones geográficas a nivel europeo con denominación de
origen. Con el CETA, los consumidores no tendrían ninguna garantía que el arroz
valenciano, el vinagre de Jerez o el plátano de Canarias, hayan sido producidos
con unos criterios de calidad en el País Valenciano, en Andalucía o en
Canarias. Estos productos podrían entonces ser fabricados y plagiados en Canadá
sin que los productores españoles puedan plantear una sola queja. ¿Acaso sabían
ustedes que en Canadá ya existe la marca “Orange Valencia” lista para competir
con la naranja valenciana?
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